Si se practica algún deporte o se hace algún esfuerzo físico con las piernas al que no estamos habituados, podemos sufrir un impacto en la rodilla inesperado que nos obligue a parar nuestras actividades. El líquido en la rodilla es un síntoma de que algo está fallando en el menisco y que debemos acudir al traumatólogo.
En estos casos, la rodilla no sólo aumenta su tamaño sino que aparece una hinchazón poco común que hace saltar las alarmas del paciente o la persona que lo ha sufrido. El dolor comienza a ser cada vez más estridente y la temperatura de la rodilla y menisco es más alta si lo tocamos. En este caso, dicha articulación se estará llenando de líquido sinovial y habrá sufrido un derrame articular. El líquido sinovial no es específico de la rodilla, sino que está presente en casi todas las articulaciones del cuerpo humano. Su función es mantener la lubricación de cada articulación para protegerla del resto de articulaciones, huesos y músculos. Es un protector de estos pequeños enlaces de nuestro cuerpo.
Si hemos sufrido un impacto en la rodilla, entonces, el tamaño puede verse aumentado ya que el mecanismo de producción y de absorción del líquido sinovial se altera y no hay suficiente espacio para almacenarlo como se haría en condiciones normales. Asimismo, ya que hay más líquido del habitual en la rótula, la rodilla se desplaza de su posición habitual. Por otro lado, aquellas que personas padecen de lesiones crónicas de rodilla, tienen siempre cierto grado de derrame y pueden no ser conscientes de ello.
La recomendación médica es acudir a un dermatólogo o a un especialista en ortopedia para que traten de solventar este tipo de dolor y la presencia del líquido sinovial para que no se convierta en un dolor crónico.