Seguro que alguna vez has oído hablar del ácido sulfúrico, ese componente tóxico y corrosivo que es el principal culpable de la lluvia ácida. Pues bien, tiene un cómplice sin el cual no existiría: el dióxido de azufre (SO2). Se trata de un gas incoloro, venenoso y más pesado que el aire, con un olor característicamente asfixiante. El SO2 se produce por la combustión de materiales fósiles con un alto contenido en azufre, como el petróleo o el carbón, y también se genera en muchos procesos de la industria química. En forma líquida es un buen disolvente, y se utiliza también como conservante en algunos alimentos.
Riesgos para la salud
El SO2 no es inflamable pero a altas presiones puede llegar a explotar. Su inhalación puede provocar asfixia, tos, falta de respiración, dolor de garganta, estornudos, rinorrea, dificultad en la respiración, disnea, cianosis, dolor de pecho, traqueitis, bronquitis, nauseas, fatiga, vómitos, broncoconstricción, neumonitis, edema en la laringe/glotis, edema en las vías respiratorias superiores u obstrucción e incremento de la resistencia de la circulación del aire. En altas concentraciones (a partir de 100 ppm) puede llegar a causar la muerte por edema pulmonar, acidosis sistémica o paro respiratorio. También es un irritante corrosivo de los ojos, aunque es poco común que en estado gaseoso produzca lesiones.
Riesgos para el medio ambiente
El SO2 es higroscópico, es decir, cuando está en la atmósfera reacciona con la humedad y forma aerosoles de ácido sulfúrico y sulfuroso que luego forman parte de la llamada lluvia ácida. El proceso es el siguiente: al subir a la atmósfera también reacciona con el ozono o el oxígeno creando trióxido de azufre. Este componente reacciona con la humedad produciendo ácido sulfúrico, que acidifica el pH del agua provocando lluvia ácida. La intensidad de formación de aerosoles y el período de permanencia de ellos en la atmósfera depende de las condiciones meteorológicas reinantes y de la cantidad de impurezas catalíticas (sustancias que aceleran los procesos) presentes en el aire. Pero en general, el tiempo medio de permanencia en la atmósfera asciende a unos 3-5 días, de modo que puede ser transportado hasta grandes distancias. Tanto los óxidos de azufre como el ácido sulfúrico están relacionados con el daño y la destrucción de la vegetación, deterioro de los suelos, materiales de construcción y cursos de agua.
Fuente: Bionatur